TikTok: la universidad de lo absurdo
Vivimos en tiempos donde un video de 10 segundos tiene más impacto que un título universitario, y un adolescente que se golpea con una sartén en la cabeza acumula más seguidores que un premio Nobel. Las redes sociales nos han llevado, sin escalas, al glorioso reino de la estupidez digital.
Bienvenidos al Circo 2.0
Antes, el circo era un lugar donde los payasos tropezaban para sacarnos una risa. Hoy, el payaso eres tú… y haces piruetas por likes. Bailes sin sentido, retos peligrosos, teorías conspirativas narradas con voz sensual, y gente que graba su “aquí haciendo nada” mientras, efectivamente, no hace nada. Bienvenidos al nuevo arte contemporáneo.
¿Dónde quedó la inteligencia?
En plena era del conocimiento al alcance de un clic, muchos lo usan para buscar:
- «¿Qué pasa si me echo pegamento en el pelo?»
- «Cómo saber si soy un alienígena»
- «Reto de comerse una cucaracha»
La estupidez se ha democratizado: cualquiera puede participar. No se necesita talento, solo un celular, conexión a internet y muy poca vergüenza.
El algoritmo premia la idiotez
TikTok no recompensa la sabiduría, sino lo absurdo. Su algoritmo se nutre de reacciones viscerales: ¿te reíste?, ¿te indignaste?, ¿te dio pena ajena? Perfecto, aquí tienes más contenido similar.
Cuando el video de alguien ladrando a su perro acumula 4 millones de vistas, mientras una científica explicando física cuántica apenas supera las 340… queda claro que la humanidad está en modo avión.
«Pero los jóvenes no son tontos…» ¡Por supuesto que no! Solo están ocupados aprendiendo el trend del mes mientras ignoran que mañana tienen examen. Las redes no los volvieron ignorantes, solo les dieron una plataforma donde la estupidez tiene mejor producción, iluminación y música de fondo.
Lo trágico disfrazado de comedia
No es solo cuestión de reírnos. La estupidez viral trae consecuencias reales:
- Desinformación que se esparce más rápido que un virus.
- Estándares de belleza irreales gracias a filtros y efectos.
- Desconexión con la realidad: si no se graba, no existe.
El llamado a la cordura (o al menos a la moderación)
No todo está perdido. Aún hay contenido brillante, educativo y creativo, pero encontrarlo es como buscar oro en una montaña de basura digital.
La estupidez en redes no es el problema. El problema es que nos parece divertida, adictiva y hasta normal. Mientras sigamos premiando al que hace el ridículo por likes, el ridículo seguirá gobernando el algoritmo.
TikTok no es el problema. Nosotros lo somos.