La guerra. Esa entrañable actividad que, desde que el ser humano aprendió a lanzar piedras, ha mezclado explosiones, uniformes y presupuestos obscenos en una coreografía bastante cara de destrucción.
Antes se hacía por territorio, ideología o venganza. Hoy en día, se hace por algo mucho más noble: las utilidades trimestrales.
Porque mientras unos pelean y otros huyen, alguien en algún despacho climatizado firma contratos y cobra cheques.
Misiles, tanques y un apretón de manos dorado
Bienvenidos al siglo XXI, donde las empresas de defensa tienen CEOs que duermen como bebés y yates llamados “Libertad” o “Democracia”.
Porque nada grita “paz mundial” como una venta multimillonaria de misiles guiados.
Desde drones hasta bombas inteligentes (sí, las bombas ahora son más listas que algunos votantes), todo se vende.
¿Que no hay guerra? No importa. Se aviva un conflicto, se siembran titulares, se tensan las relaciones diplomáticas… y listo, la demanda se reactiva.
Daños colaterales = buenos resultados financieros
Cuando lees en los medios “daños colaterales”, lo que en realidad significa es:
«Los accionistas están contentos.»
La guerra es el único negocio donde destruir aumenta el valor.
¿Hospitales bombardeados? Qué tragedia…
Pero eso también significa contratos de reconstrucción, venta de medicinas, psicofármacos y apps de terapia con descuento militar.
Una verdadera cadena de valor, si estás del lado correcto de la contabilidad.
Los medios: patrocinadores oficiales del conflicto
Y no olvidemos a los medios de comunicación, siempre listos para cubrir la guerra…
Mientras sea desde un ángulo dramático, patriótico y con buena pauta publicitaria.
Día 1: “Estalla conflicto en el este.”
Día 10: “¿Cómo afectará esto al precio del pan?”
Día 30: “Cinco acciones que deberías comprar antes de que todo vuele por los aires.”
No es solo información: es contenido monetizable.
Reclutamiento: vendiendo gloria al que no tiene para la renta
Las guerras necesitan carne de cañón, digo, soldados.
Y los reclutadores lo saben. Por eso visitan barrios con sueños rotos y venden la experiencia bélica como honor, aventura y ortodoncia gratuita.
Lo que no mencionan es que tal vez termines siendo parte de una diapositiva titulada “bajas aceptables”.
¿Paz? Ahora no, tenemos metas que cumplir
Cada vez que un líder menciona la palabra “paz”, en alguna sala de juntas alguien se atraganta con el café.
La paz no es rentable. La guerra, en cambio, es un modelo de negocio probado, reciclable y altamente exportable.
En el mundo moderno, la guerra ya no es un fracaso diplomático. Es una oportunidad estratégica. Y si te opones, probablemente seas acusado de atentar contra la libre empresa.